miércoles, 31 de octubre de 2007

LA DICTADURA EJERCIDA DESDE LA DEMOCRACIA

Lic. Marco Tulio Araya Barboza

25 Octubre 2007

La oligarquía costarricense está aterrorizada. El terror es difícil de entender si no se ha vivido dentro de este pequeño círculo privilegiado. Están a punto de perder el poder político y con ello las prebendas que han disfrutado desde hace más de 100 años. Los escándalos de corrupción protagonizados por algunos de sus integrantes que escalaron altas posiciones en la política, fue la chispa que develó lo que se sospechaba y provocó que la gente relacionara la obstinada pobreza de siempre que sufren miles de familias, con la instantánea riqueza de unos pocos y esta lección de realidad nacional, aunada a otros desaciertos de los oligarcas llevó a cierres electorales de infarto en las pasadas elecciones y en el referendo.

El pánico de la oligarquía es que la gente se organice en un partido político que defienda sus intereses y los derrote en las urnas según las reglas que ellos mismos han utilizado, o sea, que esa fuerza mayoritaria utilice a su favor las elecciones, que ha sido el instrumento utilizado para excluirlos, y logren un dominio absoluto del poder ejecutivo y del congreso. Es pavor lo que le tienen a una corriente política ganadora que no puedan manejar y que proponga por ejemplo cambiar el sistema de gobierno centralista, aprobar una nueva constitución, modificar las leyes electorales.

Desde 1890, los oligarcas genuinos y los que se disfrazan de ellos, han manipulado vilmente al pueblo haciéndole creer que ha construido y forma parte de una democracia ejemplar por la que tiene que sentirse orgulloso y defenderla. Han utilizado diversos mecanismos para alienar a la gente que van desde una educación domesticadora concebida para sostenerse en el poder, hasta el clientelismo político aprovechándose de la pobreza que le sirve como cuota electoral, razón por lo que no les interesa ni les conviene erradicar.

La oligarquía se ha cuidado de preparar sus propios cuadros en política, economía y en las principales áreas del conocimiento con el fin de perpetuarse en la administración de un Estado a su servicio y ahora se percatan de que toda la ostentación que han disfrutado se les puede derrumbar y eso no lo van a permitir y utilizarán las tácticas y las acciones que sean necesarias con tal de seguir manejando los hilos del poder.

El colosal reto para el pueblo es contribuir a la formación de una fuerza política capaz de mantener la unidad en la diversidad, capaz de defender los principios fundamentales por la que nace y capaz de compartir y distribuir el poder en justa representatividad.

Esta fuerza política surgida y fraguada en las últimas luchas patrióticas tendrá que actuar con aguda inteligencia para superar las estrategias, maniobras, calumnias y trampas que tenderá la oligarquía.

LA REPÚBLICA OLIGÁRQUICA

Nuestros países latinoamericanos han pasado por diversas formas de gobierno todas influenciadas por los pensamientos dominantes venidos de los países económica y militarmente más poderosos. Dependimos de España en la época colonial, luego de Inglaterra y últimamente de Estados Unidos. Durante la segunda mitad del siglo 19 se desarrolla en América Latina la República Oligárquica Clásica. Se caracterizó por el control que ejercían los extranjeros en las comunicaciones, (en aquella época en el ferrocarril) pero también por el control de los nuevos productos agropecuarios que necesitaba Europa y Estados Unidos. En esta república oligárquica los intereses extranjeros son los que dominan los bancos. Recordemos el Banco Anglo, las exportaciones hacia Inglaterra y los productos ingleses que llegaban a nuestro país.

Las repúblicas oligárquicas fueron manejadas por las familias ricas que producían extensivamente o controlaban la producción para esos mercados, por ello recibían abundante financiamiento. Con los recursos económicos dominaron el poder político local y adecuaron la legislación a sus intereses llegando incluso a endeudar al país para posibilitar sus negocios familiares.

En Brasil, Costa Rica y otros países latinoamericanos surgieron “los barones del café”, eran los dueños de grandes haciendas, gamonales que concentraban el poder y eran apoyados por los pequeños propietarios que les vendían las cosechas y las masas trabajadoras que vivían en condiciones similares a la esclavitud.

La república oligárquica excluyó políticamente a grandes sectores, por ejemplo a las mujeres y a los pobres. Recordemos que en esa época era requisito ser hombre, propietario y saber leer para participar políticamente. Produjo diferencias socioeconómicas extremas entre los diferentes sectores. Existía el grupo privilegiado de los oligarcas que tenían el poder económico, político y militar. Por otro lado los grandes sectores excluidos: pequeños productores, artesanos, comerciantes, campesinos, empleados… todos y todas empobrecidos. Los que lograban llegar a la clase media le rendían pleitesía a la oligarquía con la esperanza de subir hasta ella y el ejército servía para dominar al pueblo y para escalar posiciones en la sociedad.

Este tipo de república tuvo su auge antes de la guerra mundial, hasta 1928. Con las guerras mundiales y la crisis económica se cortó el comercio y apareció una forma de gobierno basada en la república nacionalista y los oligarcas fueron perdiendo fuerza en algunos países.

Pasaron los años y las décadas. Varios países se plantearon como norte el bienestar de todos y no de unos sectores mediante la intervención y control del estado en los principales negocios, entran en crisis debido a varios factores, entre ellos el resurgimiento del comercio mundial con la urgente necesidad de materia prima y energía, que despierta a los herederos de los sectores oligárquicos, quienes, modernizando las antiguas estrategias, incluyendo la corrupción, empiezan a conformar la Nueva República Oligárquica.

LA NUEVA REPÚBLICA OLIGARQUICA

Pocos ganadores

Elevada concentración de la riqueza en el sector privado oligárquico que es financiado por países y empresas transnacionales. Surgen oficinas y bufetes que atienden a los inversionistas suministrándoles servicios de materia prima, asesoría legal, empleo, infraestructura, o asumiendo directamente la representación local, o regional. Las condiciones políticas, las trabas legales y los requisitos económicos están elaborados con el único propósito de que estos negocios queden en manos exclusivamente de las familias oligárquicas.

Utilización de la democracia representativa

La táctica de la oligarquía es hacer creer que el pueblo es Soberano y que elige libremente a los representantes. Sin embargo, esta es una de las más grandes falacias porque en realidad son los grupos oligárquicos los que colocan en los tres poderes a su gente y utilizan algunas personas, que babean por ingresar a ese círculo social, para que les ayuden a aprobar lo que les conviene. Así, ponen al presidente, que debe ser de extracción oligárquica, a los diputados, a los jueces y nombran los directores de otras instancias, aparentemente autónomas como la Defensoría, la Sala Constitucional, el Tribunal Supremo de Elecciones, las direcciones regionales, direcciones de centros educativos, hospitales, bancos…

La división de poderes del estado en la cual se sustenta la democracia es otro de los grandes mitos, porque han legislado con el fin de que una minoría los pueda elegir. Esa minoría utilizada en cada campaña política son los pobres y aquellos de clase media que quieren ascender. Esa utilización de la gente por las necesidades es el clientelismo político, que ha sido descarado en unas campañas cuando ofrecían diarios, láminas de zinc y hasta compraban cédulas y más, disimulando en otras con el ofrecimiento de bonos de vivienda, parcelas, becas y obras de infraestructura comunales.

Los gobiernos oligárquicos hacen creer que el gobierno es el resultado de un pacto social y en nombre de la convivencia, armonía o paz social, mantienen a la gente manipulada. La verdad es que no son los oligarcas los que ceden parte de sus libertades para asegurar acuerdos, es el pueblo el que siempre, obligado, manipulado, o atemorizado, cede.

Sostienen los oligarcas que el gobernante, o el gobierno, es el resultado de una especie de depósito de la voluntad popular, el cual se produce para garantizar la administración del estado y la armonía social, es decir, de la conveniencia común. Y que el ciudadano se reserva el derecho a rebelarse contra los que lo gobiernan si se tornan autoritarios, tiránicos o déspotas. Este planteamiento es otro embuste, pues al pueblo se le ha hecho creer que la protesta es señal de rebeldía cuando no de terrorismo y por eso le envían a la policía militar o al ejército cuando el pueblo se organiza y decide, de verdad, protestar.

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Reducción del estado:

Con el único propósito de ejercer mejor dominio del Estado, esta nueva oligarquía aboga por privatizar todas las instituciones dejándole al Estado solo unas pocas funciones de gendarme y fiscalizador.

La solidaridad social no existe en sus programas porque los programas sociales son desmantelados o reducidos. Las acciones de solidaridad social son entregadas a organizaciones privadas. Realizan intervenciones sociales puntuales para evitar catástrofes o afectaciones al comercio y a la producción.

Incorporan al mercado a determinados grupos o sectores sociales para garantizarse el apoyo político electoral.

La cámara empresarial y el oligopolio privado sustituyen el sindicato y el monopolio estatal.

Educación para la producción:

Plantean la importancia de la educación pero solo para elevar la capacidad de producción, es decir para tener obreros más calificados.

La educación es el instrumento fundamental para la modernización y la “democracia”, pues permite que cada país mejore su productividad que es el motor del progreso económico y social. Se inculca a través de la misma educación el concepto de democracia que más les conviene.

Y se reduce drásticamente el papel del estado en el sistema educativo. Las potencias extranjeras mantienen en nuestros países centros y métodos educativos en los que se cultiva el amor a esas patrias metropolitanas y en los que no se estudia la historia del país y de Latinoamérica. Esos centros de educación foráneos se complementan con redes de comunicación igualmente dominados por productos ideológicos metropolitanos.

Utilización de la tecnología mediática

En la nueva república oligárquica los medios masivos juegan un papel fundamental, de hecho la legislación está al servicio de sus intereses, tanto económicos como ideológicos. Saltándose lo que plantea la carta magna en torno a los medios de comunicación, han creado filtros políticos para otorgar las frecuencias o realizar triquiñuelas para otorgar en concesión el poder mediático nacional a los consorcios transnacionales.

Estos medios están al servicio de la oligarquía como negocio porque el gobierno y los partidos políticos les pagan, a través de pautas publicitarias, millonarias sumas, que, a su vez, se utilizan como herramienta de dominio ideológico, manipulando la opinión pública.

Partidos políticos, base del dominio:

Mediante legislaciones, decretos y otras patrañas legales los grupos oligárquicos han sabido mantenerse en el poder durante más de 100 años. Han utilizado los partidos políticos para hacer creer al pueblo que existen fuerzas opositoras interesadas en su beneficio.

Desde 1890 el pueblo viene haciéndole el juego a la oligarquía. Los partidos políticos funcionan siempre que estén bajo el dominio y al servicio de la oligarquía. Cuando aparece un partido fuerte lo revientan por un golpe de estado o por una revolución, o simplemente crean las leyes que lo proscriben como hicieron con el Partido Comunista.

Otra estrategia es inventar partidos políticos que actúan como turecas que sirven para hacer el juego a los partidos dominantes y así aparentar dinamismo democrático.

La oligarquía se renueva políticamente, dejan las viejas estructuras ideológicas de la socialdemocracia y el social cristianismo, que tanto les sirvió para mantenerse en el poder, y coquetean con nuevos partidos cuyos principios encajan con la globalización y el nuevo liberalismo económico; defienden las grandes potencias, legislan a favor de las grandes corporaciones buscando el beneficio de la oligarquía en detrimento de las grandes mayorías.

Los partidos emergentes son aceptados mientras no crezcan. En el momento en que empiezan a crecer entonces aplican diversas estrategias para dividirlos comprando líderes o echándoles la opinión pública en contra, utilizando los medios de comunicación que son herramientas en su poder.

Los partidos políticos que crecen son muy peligrosos porque captan recursos públicos con los que pueden organizarse mejor, por eso, o se recurre a la división corrompiendo a líderes, o utilizan otras maniobras para frenarlos: encuestas falseadas, manejo de la opinión pública, campaña de terror ideológico, etc.

Esto explica los vacíos que han dejado, a propósito, en las leyes electorales, por ejemplo los partidos cantonales no reciben financiamiento por parte de la deuda política porque con esos recursos podrían organizarse y llegar a competir con el poder establecido. También explica por qué las municipalidades carecen de una ley que les permita la verdadera descentralización; no les conviene el fortalecimiento del poder local, el principio es que el poder debe estar centralizado.

Legislación electoral a su servicio

La legislación electoral está al servicio de los grupos oligárquicos, de hecho son ellos mismos los que lo nombran y van adecuando las leyes a sus intereses y a su dominio.

El nombramiento de diputados por lista es una gran ventaja porque los partidos que dominan logran la mayoría y aparentan participación.

Los que no acuden a las urnas no les causan problemas y tienen que aguantar los que la minoría decidió, es una forma de domesticar al pueblo y hacerle creer que aquélla posee la verdad absoluta.

Es la misma legislación electoral la que plantea el millonario financiamiento político que lo ha convertido en el millonario negocio cada cuatro años.

GANAR EN LAS URNAS CON SUS PROPIAS REGLAS

Los grandes temores de la clase oligárquica radican en perder el poder político porque eso significa perder las posibilidades económicas que se han recetado y tener que compartir sus jugosas ganancias.

Si pierden el poder político sus hijos e hijas no podrán heredar los altos puestos en la función pública a los que están acostumbrados; no podrán crear leyes de compensación cuando quiebren sus empresas o leyes de privilegio que los incentiva económicamente.

El reto está ahí y el momento histórico es apropiado: un camino posible para hacer realidad esa patria soñada es ganar las próximas elecciones y demostrar que se puede gobernar para las mayorías.

En las próximas elecciones la oligarquía se dividirá en tres o cuatro partidos políticos y con ello se debilitarán. Si las fuerzas que han participado en las últimas luchas patrióticas logran organizarse políticamente entonces triunfarán.

Antes deben pasar por varios escollos y enfrentar diversas trampas, mentiras, calumnias, provocaciones y sinsabores.

Pero la forma de vencer el divisionismo, el personalismo y el individualismo, es que cada grupo, cada fuerza, cada persona no pierda nunca de vista el objetivo final de la lucha que es vencer la oligarquía e instaurar un gobierno alternativo.

Estamos viviendo un momento especial, nos corresponde dar la última batalla para cambiar, de una vez por todas, las reglas del juego. Para ello debemos prepararnos desde ya.

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